Recorro San Joaquín, con ánimo de ánima silenciosa, cuidadoso de mantenerme en la homogeneidad de la multitud. Nadie puede notarme, no deben distinguirme.
Como si un título o sus vacías conversaciones diarias fueran a cumplir sus expectativas de vida. Obviamente muchos ya han perdido de vista hasta cuales eran sus expectativas, las van reacomodando para poder soportar el peso de su fracaso, el fracaso de no ser honestos con ellos y su mundo.
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